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jueves

No me toques

El frío polar de la época atraviesa todos los rincones de mi habitación. Mi frazada no es lo suficientemente protectora y tengo que colocarme como un autentico feto para mantener mi calor corporal.
El frío es mi peor enemigo. Es el némesis de la soledad y no tiene piedad lastimando la piel hasta hacerla temblar.
La oscuridad de mi habitación tampoco ayuda. Fiel amiga del frío, da el peor escenario para sentirse solo y abandonado. Lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y soñar que soy algo mejor. El calor en mi cama se mantiene con mis empobrecidas medias blancas en mis odiosos pies, y mi barba desprolija con principios de canas a pesar de ser joven. No puedo dormir con ropa. Solo cuento con mi ropa interior que me acompaña a mantener un poco las formas.  Algunas noches, los pensamientos sexuales siempre son un fiel bonus a soportar este frío polar, pero hoy es la excepción.
Hoy particularmente me cuesta dormir. Decido pensar en algo para forzar mi cerebro a cansarse. Pienso en lo mucho que últimamente estoy comiendo, acaricio mi panza y siento aquel principio de una colina donde podría tirarse alguien. También pienso en que debería hacerme un nuevo corte de pelo, pero no se cual ya que, mi pelo es tan desprolijo como todo en mi.
Pienso en que debería hacerme ver el diente delantero chueco, pero de que sirve si no sonrió a menudo. Y los granos de mi espalda… son una asquerosa pesadilla que nunca termina.
De pronto, en la silenciosa y fría oscuridad, escucho una débil risa...macabra podría clasificarla. Una risa de hombre. Seguro puedo estar autogestionandome por el simple hecho que a mi mente le gusta verme sufrir como es de costumbre.
La risa vuelve a oírse como si estuviera cerca de mi habitación y comienzo a temblar, pero no por el frío. Me cubro con las sabanas enteramente para aislar mis sensaciones exteriores. Siento el inmediato calor que emana mi boca a cada segundo y comienza mi sensación de encierro y ahogo.
La risa suena más grave y siniestra por lo que, me tapo los oídos instintivamente. Siento inmediatamente comezón en los pies, hay algo que siento caminando sobre mi pie. Salgo con rapidez de la cama y en medio del frío y la oscuridad golpeo todos los lados de la cama con fuerza.
La risa ya no se escucha más. Agitado y aturdido, trato de cerrar los ojos y relajar mi mente complicada.
En ese instante que trato de respirar correctamente, la risa vuelve pero con más intensidad, como si estuviera teniendo un ataque de risa mortal. Es solo mi mente me digo...solo mi mente. La risa continúa sin parar y decido levantarme pero, de repente las sabanas que me cubren se vuelven tan densas y pesadas como tuviera miles de ellas puestas una sobre la otra. La sabana y la única frazada comienzan a apretar mi cuerpo y comienzo a desesperarme por la opresión. Trato de usar toda mi fuerza para salir pero apenas puedo levantarla. Mi cabeza que quedó afuera de las sabanas, empieza a sentir todo el frío polar que penetra dolorosamente en mis sienes.
De pronto siento comezón en el pelo, pero no puedo sacar un brazo siquiera de mis sabanas. La comezón es insoportable, entonces arrastro mi cuerpo bajo las sabanas para meter la cabeza aunque corra el riesgo de ahogarme, la comezón me estaba carcomiendo todo mi cabeza. Con la cabeza ya bajo la sabana, comienzo a rascarme y  siento pequeñas patitas caminando en la cabeza.  Agarro una de aquellas cosas y siento el cuerpo de una hormiga. Tengo hormigas en mi cabeza, yendo en todas direcciones. No puedo evitar gritar de locura bajo el calor de las sabanas que me oprimían, desesperado en apretar y arrastrar mis uñas largas sobre toda mi cabeza para sacar a esas diminutas hormigas bebé.
De pronto, siento que no hay más hormigas en mi cabeza. Empujo las sabanas con todas las fuerzas de la adrenalina producida por el susto en mi cabeza, pero es inútil. Mis manos se sienten agotadas como si estuvieran empujando una pesada puerta de hierro.
Saco la cabeza afuera y sin pensar, grito desesperado pidiendo ayuda como sin fuera un loco. Pero si yo vivo solo… ¿como podía llegar a ese límite de gritar a la nada? Tal vez algún vecino oiga mis quejidos… si señor estoy atrapado por mis propias sábanas y tenía hormigas en mi cabeza.
La risa macabra vuelve a hacer su aparición diciéndome furioso: ¡Demente, vuelve a dormir!  Y yo le grito: ¡Cierra la boca¡ entonces la risa se detuvo. Eso me asustó aún más. ¿Quién estaba ahí en mi habitación? El frío continuaba intenso en mi habitación y en mis sienes, sumado al dolor que sentía de las hormigas inexistentes. De pronto sentí algo viscoso en mi estomago. Algo en él se movía en intervalos cortos. Tenía mucho miedo, no podía arrastrar mi cuerpo entero fuera de esas sabanas que me lastimaban por el peso ya.
Traté de acercar mi mano a lo que tenía en mi panza y sentí una viscosidad inmediata al tocarlo. Retiré mi mano y me puse a llorar sin más. La viscosidad propino un ruido… ¿un croar? Una maldita rana estaba sentada en mi estomago. El asco y el miedo que me produjeron me daban nauseas y ganas de vomitar. Tenía que mantener la cordura, no podía aparecer de la nada una rana en mi estomago. Mi cama no era una cueva que albergara bichos… ¿o ahora si?
En un instante, la viscosidad que tenía en mi estomago ya no la sentía. Con miedo toque con mi mano mi estomago y no había rastro de que estuviera algo pegajoso en aquella colina de la que uno podía tirarse que era mi panza. Me estaba volviendo loco… ¿así se siente estar loco? Comencé a reírme (no macabramente) con solo mi cabeza afuera de esas sabanas que me seguían oprimiendo. Cerré mis ojos con fuerza y me decía que tenia que ser un sueño, no podía ser tan real lo que estaba pasando.
Puedo controlar esto, es mi sueño. Intenté arrastrar mi cuerpo de a poco por la abertura donde ya estaba afuera mi cabeza, y volví a sentir algo que caminaba sobre mis piernas esta vez. Dios no pienses en eso, no pienses en eso. Parecían cosas grandes, no como hormigas, se movían a paso lento sobre mis piernas. No podía sentir cuantos eran, pero quería gritar aunque no podía… ¿Por qué? Porque tenia unas malditas tarántulas caminando por mi piernas con sus patas peludas que rozaban mis vellos de las piernas.
Traté de mantenerme, a pesar del miedo, inmóvil por si una de esas asquerosas arañas me picaba y podría tener un peor problema. ¿Hasta donde llegarían en mi cuerpo a ese paso lento?. Sentía esos fibrosos y asquerosos pelos de araña caminando ya cerca de mi entrepierna. La risa macabra se unió junto a otra risa macabra, esta vez, de una voz femenina. ¡Un aplauso a la pareja de locos que hacen aparecer bichos en mi cama!
Tal vez yo era el loco sinceramente, pero les grité a aquellas voces: ¡Sáquenlas de mi cuerpo mierda¡ No podía evitar más el miedo que me dominaba  y desafortunadamente me oriné encima…
Las tarántulas de pronto desaparecieron, y yo toque instantemente mi entrepierna y no sentía nada mojado. Las risa macabra femenina con una voz chillona replicó: ¡Tu si que estas demente¡ Definitivamente estaba loco, no podía aguantar más. Golpee con todas mi fuerzas las sabanas y sentí un inmenso dolor en mis puños, como si hubiera dado un golpe a algo metálico. No podía ser posible que me estuviera pasando esto.
Mis puños me dolían, mi cuerpo cedía cada vez más al peso de las sabanas y sentía como me empezaba a ahogar. No sentía el sudor en mi cuerpo, solo el frio polar que cada vez parecía más penetrante en mi cuerpo. Entonces encontré la respuesta lógica… si moría podía despertar de esta horrible pesadilla. Tenía que morir…
Hundí mi cabeza bajo la sabana y todo mi cuerpo enrollado en forma de feto. Allí me encerré entre esas opresivas sabanas, y empecé a sentir el calor que empezaría a ahogarme hasta matarme para mi gusto. De pronto sentí unas asquerosas patas en mi nariz y que en un segundo salió volando para posarse en mi mano. Una cucaracha…
Grite como loco, y allí aparecieron volando de la nada cientos de cucarachas que se posaban aquí y allá en mi cuerpo. En mi cara había muchas de ellas y cerré la boca para que ninguna entrara. Empecé a defenderme con mi uñas arrancando y aplastando cada una de esos asquerosos bichos voladores. No se despegaban de mi cuerpo, y aumente toda la fuerza de mis manos para sacarlas de encima. Las risas macabras aumentaban el volumen y la cama temblaba con más fuerza. Las cucarachas salían de la nada en cada vez más cantidad y mis manos descontroladas quitaban todo lo que se posara en mi cuerpo.
En ese momento de éxtasis de mata bichos, reí con todas mis fuerzas de una forma muy macabra hasta que sentí en un momento que nada más volaba sobre mí…
Mi cuerpo ardía, mi corazón latía como ratón y mi risa cesó. Y en medio de la oscuridad sentí el frio polar con más fuerza sobre mi cuerpo semidesnudo. Las sabanas que me oprimían las había arrancado de todas partes hasta dejarlas como trapos.
El cuerpo me latía y ardía, ¿Qué fue lo que pasó? Corrí directo al baño instintivamente y encendí la luz… observé de a poco en mi cuerpo algunas franjas gruesas, otras finas y otras muy profundas de color rojo. Cortes en mi piel de los que empezaba a manar sangre. Observé mis manos, de mis uñas manchadas de sangre estaba toda la piel encarnada arrancada de mi cuerpo.  Y el acto final… mi cara, parecía pintada por un indio. Cortes de arriba a abajo, de izquierda a derecha de los que manaba un intenso olor a sangre. No distinguía mis rasgos… era un verdadero  monstruo. Saboreaba la sangre con gusto a metal en mis labios. El cuerpo me ardía intensamente.
Me miré fijamente al espejo y comencé a reírme… reí macabramente con mucha fuerza hasta que me dolió la garganta. Luego me miré al espejo y le dije a mí horroroso reflejo: Este soy yo, no me toques…

Una voz a lo lejos replicó: Inyección para la habitación 66…

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